lunes, 7 de enero de 2013

2013: El año Wagneriano.


Tras haber sobrevivido a los más terribles presagios que algunos vaticinaron para el 21 de diciembre, y que preconizaban una hecatombe de proporciones impredecibles, llegamos a finales de un año 2012 bastante convulso y accidentado, un año más de activismo, de rebeldía y disidencia, y todo ello superando obstáculos y dificultades especialmente económicas, que a nosotros, como ciudadanos comunes, nos afectan. Desde el CELE ya estamos preparando un nuevo año de actividades, planificando y organizando los eventos que tendrán lugar el próximo año, el cual esperamos que sea más fecundo y prolífico que el actual, que nos ayude a superarnos y continuar difundiendo la cultura que consideramos más que necesaria vital, el soporte que toda acción política necesita para cimentar una visión concreta del mundo, para enriquecerla y fortalecerla, puesto que lejos de cualquier consideración de tipo partidista, del electoralismo y cualquier otra actividad propia de las agrupaciones políticas bendecidas por el sistema o en las que se apoya el mismo, nosotros creemos firmemente en una cosmovisión, en la necesidad de construir una visión global de las cosas, de la defensa de valores y principios, y, por encima de todo, creemos en el combate cultural, puesto que sin cultura no es posible construir un proyecto político sólido y firme.

El año 2013 va a ser un año especial, puesto que se conmemora el 200 aniversario del nacimiento de uno de aquellos hombres que aparece como símbolo de toda una época, y que cuyas connotaciones abarcan mucho más que el propio ámbito artístico en el que desarrolló su existencia. Me estoy refiriendo a Richard Wagner, una figura con muchos prismas, y que para conocer su arte debemos comprender primero su Cosmovisión que tomó forma a través de su estilo, de su forma de concebir el arte total, siempre atendiendo a un punto de vista político-ideológico muy determinado. Wagner fue capaz de escenificar a través de sus obras un mundo totalmente revolucionario, no en vano había una voluntad de transformación integral del hombre, hablaba de la necesidad de crear a un hombre nuevo. Una suerte de superhombre nietzscheano, de hecho las vivencias compartidas con el filósofo alemán marcaron uno de los episodios biográficos más interesantes de la vida de Richard Wagner. Este artículo no tiene la intención de someter a un análisis la obra de Wagner, ni mucho menos presentar un retrato político-ideológico del autor, puesto que esta tarea está en manos de los conferenciantes que, a lo largo del año 2013, irán presentándonos y exponiéndonos con meridiana claridad todos los aspectos que formaron parte de la compleja figura del hombre y el artista, y que serán acompañados también por una serie de actos que nos permitirán valorar y dignificar la vida y obra de uno de los autores más representativos del arte y la historia de la era contemporánea. Wagner será el leivmotiv, término que acuñó el propio autor germano, y que no solamente nos descubrirá aspectos relacionados con el propio autor, sino que también nos permitirá adentrarnos en todo aquel espectro cultural, político e ideológico en el que se vio envuelto, puesto que no podemos ignorar el contexto histórico en el que devinieron sus obras y su pensamiento, puesto que todos somos hijos de nuestra época, y, por tanto, expuestos, en mayor o menor medida, a los condicionantes de nuestro tiempo, y Richard Wagner no fue una excepción en ese sentido, todo ello pese a su inquebrantable voluntad transformadora que lo convirtieron en vanguardia y referente de su tiempo.

Sirva a modo de epílogo al presente texto, y al mismo tiempo de inicio del Año Wagneriano, las palabras que Wotan dirige hacia su hija Brünnhilde y con las cuales desposee a su hija de su inmortalidad y deja de ser una Walkyria. Es la segunda de las cuatro óperas que componen El Anillo del Nibelungo, uno de los tantos momentos culminantes del drama wagneriano.

Nunca más te enviaré desde el (Walhall;
nunca más te indicaré;
nunca más conducirás vencedores
a mi sala;
en el íntimo banquete de los dioses
nunca más me presentarás
familiarmente la cuerna;
nunca más te acariciaré
la boca virginal;
de la divina tropa
estás separada,
expulsada
de la estirpe de los eternos:
¡rota está nuestra unión,
proscrita estás de mi vista!