viernes, 25 de marzo de 2016

Visita al Castillo de Fantova (Pirineos orientales aragoneses)

Este jueves, 24 de marzo, un grupo de militantes de nuestro frente cultural, del Círculo de Estudios de la Emboscadura, decidió poner rumbo de nuevo a los entornos pirenaicos. En esta ocasión la zona a visitar fue el desconocido valle de Fantova, a escasos kilómetros de Graus, capital de la comarca pirenaica de la Ribagorza, en los Pirineos orientales aragoneses. La Puebla de Fantova, un pequeño pueblo que lleva el nombre del propio valle sirvió como punto de inicio de la marcha, que se prolongó a lo largo de 7 kilómetros a lo largo de una carretera, en un continuo ascenso que era posible acometer con un vehículo motorizado, pero que dada la belleza del paraje y el motivo de la visita se desarrolló a pie.







El día se presentó con unas condiciones meteorológicas inmejorables, aunque con un calor que, a medida que se iba completando el recorrido, acabó convirtiéndose en sofocante. Después de una animada caminata, apareció el castillo de Fantova coronando una pequeña colina, emergiendo desde pequeñas formaciones boscosas con su torre y el campanario de una pequeña iglesia que preside el lugar.










Después de bordear la pequeña colina, para pasar junto al pueblo antiguo de Fantova, reducido hoy a un pequeño grupo de casas solariegas, llamadas pardinas, usadas por los pastores como establos, para el recogimiento de las vacas, nuestros militantes se dispusieron a recorrer el último tramo del camino antes de llegar al castillo propiamente dicho, ascendiendo la colina a través de un camino zigzagueante que la bordeaba hasta coronarla. Una vez arriba, descubrieron la presencia de distintos edificios; por un lado restos de la antigua muralla, todavía en pie, pero visiblemente desgastados por el paso indeleble del tiempo, una modesta capilla, cuyo acceso estaba limitado al campanario a través de unas estrechas y tortuosas escaleras y el imponente torreón, al cual se podía acceder a través de una estructura de madera construida para tal efecto. Al margen de las estructuras que conforman el castillo de Fantova, como es natural en las construcciones medievales de estas características, y dada su importancia estratégica y defensiva, podemos contemplar unas vistas privilegiadas que abarcan la totalidad del valle. Al margen de los bosques tupidos y las tierras de cultivo también podemos ver algunos despoblados pirenaicos tales como Balafuy, Erdau o Torruella de Aragón.















El Castillo de Fantova nació ligado a un periodo muy particular del medievo en esta región, y al igual que el Castillo de San Clemente, que como vimos hace unas semanas, presidía el valle cercano del Ésera, nos ofrece una época de relativo esplendor, en el que la comarca Ribagorzana pugnaba por mantener su propia independencia respecto a los reinos cristianos vecinos y los musulmanes. La primera mención de Fantova data del año 960, cuando Odesindo, obispo de Roda, consagró una primera iglesia dedicada a Santa Cecilia, y en aquel entonces el condado ribagorzano atravesaba una etapa de esplendor bajo el gobierno de Ramón II y su esposa Garsenda de Fazensac. Ellos fundaron la diócesis de Roda de Isábena y desplazaron las fronteras hacia el sur, reforzando la autonomía religiosa y política de sus dominios. A sus pies quedaba el extenso territorio llamado Fonte Nova, conocido desde tiempos romanos por sus manantiales de aguas termales. De modo que fue una zona de frontera que se libró de la ocupación musulmana tras las campañas militares de Abd el-Malik entre 1006 y 1009.












La fortaleza que se alza actualmente sobre la mencionada colina es construida con la llegada del conde Guillermo Isárnez, nieto de los fundadores del lugar que acabó con la invasión musulmana y la crisis de poder ribagorzana. Así nació el recinto defensivo en su conjunto, al que además del torreón circular y la capilla anteriormente señaladas, contamos con un pequeño cementerio de tumbas antropomorfas excavadas en la roca. En su día, parte de las tierras del promontorio fueron empleadas también como tierras de cultivo. La fortaleza de Fantova también fue concebida como residencia condal, y desde el punto de vista arquitectónico vemos como el conjunto defensivo se construyó de acuerdo con las principales innovaciones de la época. La elaboración del mismo corrió a cargo de constructores que habían sido instruidos por maestros lombardos, y entre los habitantes de Fantova encontramos en ese momento a Apo y Guafrido, hijos de Languarda, el maestro lombardo que se encargó del cercano monasterio de Obarra.

















Una vez visitados todos los edificios del recinto y contempladas las vistas privilegiadas que ofrecía el lugar, nuestros militantes, a los que aguardaba una nueva caminata en el camino de vuelta, emprendieron el regreso, no sin antes citarse nuevamente, y en fechas no muy lejanas, en un nuevo enclave pirenaico, donde disfrutar de un pequeño pedazo de nuestra historia, de nuestros paisajes y de nuestra identidad como pueblos hispánicos y europeos que somos.