Este
jueves, 24 de marzo, un grupo de militantes de nuestro frente
cultural, del Círculo de Estudios de la Emboscadura, decidió poner
rumbo de nuevo a los entornos pirenaicos. En esta ocasión la zona a
visitar fue el desconocido valle de Fantova, a escasos kilómetros de
Graus, capital de la comarca pirenaica de la Ribagorza, en los
Pirineos orientales aragoneses. La Puebla de Fantova, un pequeño
pueblo que lleva el nombre del propio valle sirvió como punto de
inicio de la marcha, que se prolongó a lo largo de 7 kilómetros a
lo largo de una carretera, en un continuo ascenso que era posible
acometer con un vehículo motorizado, pero que dada la belleza del
paraje y el motivo de la visita se desarrolló a pie.
El
día se presentó con unas condiciones meteorológicas inmejorables,
aunque con un calor que, a medida que se iba completando el
recorrido, acabó convirtiéndose en sofocante. Después de una
animada caminata, apareció el castillo de Fantova coronando una
pequeña colina, emergiendo desde pequeñas formaciones boscosas con
su torre y el campanario de una pequeña iglesia que preside el
lugar.
Después
de bordear la pequeña colina, para pasar junto al pueblo antiguo de
Fantova, reducido hoy a un pequeño grupo de casas solariegas,
llamadas pardinas, usadas por los pastores como establos, para el
recogimiento de las vacas, nuestros militantes se dispusieron a
recorrer el último tramo del camino antes de llegar al castillo
propiamente dicho, ascendiendo la colina a través de un camino
zigzagueante que la bordeaba hasta coronarla. Una vez arriba,
descubrieron la presencia de distintos edificios; por un lado restos
de la antigua muralla, todavía en pie, pero visiblemente desgastados
por el paso indeleble del tiempo, una modesta capilla, cuyo acceso
estaba limitado al campanario a través de unas estrechas y tortuosas
escaleras y el imponente torreón, al cual se podía acceder a través
de una estructura de madera construida para tal efecto. Al margen de
las estructuras que conforman el castillo de Fantova, como es natural
en las construcciones medievales de estas características, y dada su
importancia estratégica y defensiva, podemos contemplar unas vistas
privilegiadas que abarcan la totalidad del valle. Al margen de los
bosques tupidos y las tierras de cultivo también podemos ver algunos
despoblados pirenaicos tales como Balafuy, Erdau o Torruella de
Aragón.
El
Castillo de Fantova nació ligado a un periodo muy particular del
medievo en esta región, y al igual que el Castillo de San Clemente,
que como vimos hace unas semanas, presidía el valle cercano del
Ésera, nos ofrece una época de relativo esplendor, en el que la
comarca Ribagorzana pugnaba por mantener su propia independencia
respecto a los reinos cristianos vecinos y los musulmanes. La primera
mención de Fantova data del año 960, cuando Odesindo, obispo de
Roda, consagró una primera iglesia dedicada a Santa Cecilia, y en
aquel entonces el condado ribagorzano atravesaba una etapa de
esplendor bajo el gobierno de Ramón II y su esposa Garsenda de
Fazensac. Ellos fundaron la diócesis de Roda de Isábena y
desplazaron las fronteras hacia el sur, reforzando la autonomía
religiosa y política de sus dominios. A sus pies quedaba el extenso
territorio llamado Fonte Nova, conocido desde tiempos romanos por sus
manantiales de aguas termales. De modo que fue una zona de frontera
que se libró de la ocupación musulmana tras las campañas militares
de Abd el-Malik entre 1006 y 1009.
La
fortaleza que se alza actualmente sobre la mencionada colina es
construida con la llegada del conde Guillermo Isárnez, nieto de los
fundadores del lugar que acabó con la invasión musulmana y la
crisis de poder ribagorzana. Así nació el recinto defensivo en su
conjunto, al que además del torreón circular y la capilla
anteriormente señaladas, contamos con un pequeño cementerio de
tumbas antropomorfas excavadas en la roca. En su día, parte de las
tierras del promontorio fueron empleadas también como tierras de
cultivo. La
fortaleza de Fantova también fue concebida como residencia condal, y
desde el punto de vista arquitectónico vemos como el conjunto
defensivo se construyó de acuerdo con las principales innovaciones
de la época. La elaboración del mismo corrió a cargo de
constructores que habían sido instruidos por maestros lombardos, y
entre los habitantes de Fantova encontramos en ese momento a Apo y
Guafrido, hijos de Languarda, el maestro lombardo que se encargó del
cercano monasterio de Obarra.
Una
vez visitados todos los edificios del recinto y contempladas las
vistas privilegiadas que ofrecía el lugar, nuestros militantes, a
los que aguardaba una nueva caminata en el camino de vuelta,
emprendieron el regreso, no sin antes citarse nuevamente, y en fechas
no muy lejanas, en un nuevo enclave pirenaico, donde disfrutar de un
pequeño pedazo de nuestra historia, de nuestros paisajes y de
nuestra identidad como pueblos hispánicos y europeos que somos.